The Arab League's monitoring mission in Syria has been a miserable failure, and no international white knight is waiting in the wings. Syrians are on their own.
BY AMAL HANANO | JANUARY 9, 2012
The last 10
months of the Syrian uprising have placed our blood-soaked country at another
critical crossroads: with more than 5,000 dead, tens of thousands imprisoned, a
brutal family dictatorship fighting for survival, a fragmented opposition, and
a suffering people. There is no end in sight to the violence that escalates by
the day and no clear vision of Syria's future.
In December, after months of stalling and facing enforced sanctions, the Syrian
regime finally seemed to buckle under pressure from the Arab League and agreed
to sign a "protocol" ostensibly aimed at quelling the uprising. The agreement
called for the regime to remove heavy artillery from urban areas, halt the use
of force against civilians, release all political prisoners, and allow independent
media into the country. Late last month, an advance team of 15 Arab League
observers arrived in Syria on a one-month mission to monitor the regime's
compliance with the protocol. They have since increased to 153 observers; that
number still falls far below the 500 observers that was part of the original
agreement.
"Observe" is
a banal word sucked of accountability, responsibility, action -- a
fitting way to
describe an Arab League mission. Monitoring abuses of power is a
function one
would not expect from the Arab League, which, let's face it, represents
mostly
dictatorships and absolute monarchies that have less-than-stellar human
rights
records. But observing Syria is an activity we have all become complicit
in -- observing the meetings, agreements, conferences, opposition
groups forming and
reforming, while Syrians are killed every day. We debate the
conspiracies, the
Western/Israeli/American/Saudi/Sunni alliance versus the
Eastern/Russian/Iranian/Shiite one, with Palestine strung taut in between. These
discussions, devoid of action, build a cruel barrier between ruthless
international power games and innocent people who are being played. This is why
the Syrian people suspiciously view
the Arab League
as a protector of the regime and by extension its brutality.
On a
personal level, we have taken to consuming our country in tweets, video
clips, and Facebook pages -- observing from a distance. Until a brief Skype call
sharply pushes you out of the virtual, the political, the abstract, into
grounded reality.
His voice is
heavy with sleep -- it's the middle of the night in Syria. He is an activist in
the southern city of Deraa. He speaks of his city before the observers arrived, how
life had been difficult but had become predictable, how the protesters and the shabbiha -- the armed thugs the
regime uses to attack and intimidate the opposition -- had come to know each other,
understanding and perfecting the game of cat and mouse, where and when to be
and not to be.
The
observers' arrival changed the rules of the game. The regime sends spies to
take pictures of the protesters who dare speak to the observers. Before every
excursion, the streets are
secured in any way necessary, by bullets or arrests (for the safety
of the observers or to preserve what's left of the regime's tarnished
image?). The streets of Deraa have to be
scrubbed clean of its people, silencing their voices and erasing any
sign of
dissent, to present an image of control, safely guarded by snipers
lurking on
rooftops.
From: Foreign Affairs Magazine
1 comentarios:
Translation by Karen Maguilbray
Spanish: Socio-cultural cognitive bridge technique
Observando a los Observadores
La misión de monitoreo de la Liga Árabe en Siria ha sido un miserable fracaso y ningún caballero blanco internacional está esperando en las alas. Los sirios están solos.
POR AMAL HANANO | 09 DE ENERO, 2012
Siria se encuentra en una encrucijada histórica, geográfica y política de la humanidad. Esa definición es grabada en la mente de cada niño sirio desde la escuela y hasta la universidad. Nos enseñaron a creer que ocupamos el centro del universo y que nuestra tierra es importante a nivel mundial.
Los últimos 10 meses del levantamiento sirio ha colocado a nuestro ensangrentado país en otra encrucijada: Con mas de 5000 muertos, decenas de miles encarcelados, una brutal dictadura familiar luchando por sobrevivir, una oposición fragmentada y gente sufriendo. No hay una señal a la vista de cese de la violencia que ha crecido con los días, ni ninguna visión clara del futuro de Siria.
En diciembre, después de meses de estancamiento y de enfrentar las sanciones aplicadas, finalmente, el régimen sirio pareció ceder ante la presión de la Liga Árabe y accedió a firmar un “protocolo” aparentemente encaminado a sofocar la sublevación. El acuerdo pedía al régimen que removiera la artillería pesada de las áreas urbanas, detuviese el uso de la fuerza contra los civiles, liberara a todos los presos políticos y permitiera medios de comunicados independientes en el país. A finales del mes pasado, un grupo de 15 observadores pertenecientes a la Liga Árabe, los cuales, hay que admitir, representan, en su mayoría, dictaduras y monarquías absolutas con un historial muy pobre en derechos humanos. Pero, observar a Siria, es una actividad de la que todos nos hemos vuelto cómplices – Vigilar las reuniones, acuerdos, conferencias, formación y reformación de los grupos de oposición, mientras sirios son asesinados todos los días. Debatimos las conspiraciones, la alianza occidental israelí, norteamericana, saudita y sunni versus la oriental rusa, iraní, chiíta con Palestina nervioso en el medio. Estas discusiones, desprovistas de acciones, construyen una cruel barrera entre los despiadados juegos de poder internacionales y las personas inocentes que se están jugando. Esta es la razón por la cual los sirios ven con mucha sospecha la protección de la Liga Árabe al régimen y, en ende, a su brutalidad.
En un nivel personal, hemos dado al consumo de nuestro país en tweets, videos y páginas de Facebook –Observando desde la distancia. EL habla de su propia ciudad antes de la llegada de los observadores, como la vida había sido difícil pero también se había convertido en algo predecible, como los protestantes y los shabbiha – el brazo armado que usa el régimen para atacar e intimidar a la oposición – han llegado a conocerse, entendiendo y perfeccionando el juego del gato y el raton, donde y como ser y no ser.
La llegada de los observadores, ha cambiado las reglas del juego. El régimen envía espias a fotografiar a los protestantes que se atreven a hablar con los observadores. Antes de cada excursión, las calles son aseguradas de cualquier manera que sea necesaria, con balas o arrestos (¿por la seguridad de los observadores o para preservar lo que queda de la, ya, mala imagen del régimen?). Las calles de Deraa tienen que ser limpiadas de su gente, silenciando sus voces y borrando cualquier señal de desacuerdo para mostrar una imagen de control, cuidadosamente custodiada por francotiradores en las azoteas.
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